CENTROAMERICA
El Aguila Newspaper
Publicado el 09-06-2005
Presente y futuro de Centroamérica
Este próximo 15 de septiembre las repúblicas centroamericanas estarán celebrando un aniversario más de su independencia y el balance de su historia compartida de 184 años nos muestra un cuadro desalentador, marcado por la pobreza persistente, la inestabilidad política y la injusticia social.
La paradoja está en que estas naciones que disfrutan de una ubicación geográfica envidiable: un istmo largo que forma un puente entre Norte y Suramérica en un área de cerca de 523.000 kilómetros cuadrados, y poseen una extraordinaria riqueza natural, aun no han podido encontrar la fórmula para salir del atraso en que se encuentran prácticamente desde el momento de su independencia.
Y es que tras haberse firmado la Declaración de Independencia el 15 de septiembre de 1821, las repúblicas centroamericanas fueron anexadas al efímero Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide, que una vez colapsado en 1823 dio paso a la etapa federal, cuando la mente visionaria de Francisco Morazán persiguió el sueño de una Centroamérica unida. En 1824 se integró las Provincias Unidas de América Central que se llamaría más tarde la República Federal de Centroamérica. Luego llega a la presidencia Morazán, en 1830, y se empeña en impulsar la reforma política y promover la educación para todos, sin embargo, las envidias y los intereses económicos de la oligarquía criolla le harán oposición hasta que en 1838 se disuelva la Federación para dar paso a los estados soberanos.
A partir de allí vendrán guerras civiles y disputas intestinas, lallegada del capital extranjero, principalmente de los Estados Unidos, hasta dar forma a la economía del enclave, que dará origen también a la denominación de “repúblicas bananeras”. Tiempo después Centroamérica se debatirá en nuevas luchas, esta vez reeditando el esquema de la guerra fría. Incluso Nicaragua verá surgir y triunfar a la revolución sandinista, que luego será asfixiada por sus dilemas internos y el “bloqueo” impuesto por la administración Reagan. Luego vendrá el tiempo de la apertura política y el llamado retorno a la democracia, no obstante, tras varias décadas de gobiernos electos en las urnas la realidad de las repúblicas centroamericanas continúa signada por el fantasma omnipresente de la corrupción, el gran mal de nuestros pueblos. Y es que aparte de nuestra historia común el signo de los gobiernos centroamericanos ha estado marcado por la corrupción; de hecho, en estos últimos años se ha visto como se han llevado a los tribunales, y hasta a la cárcel, a ex presidentes de Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, acusados por enriquecimiento ilícito, y esto parece ser sólo la punta del iceberg.
La paradoja está en que esta América Central, “américa angostura” como la llamara Pablo Neruda, es una región feraz que debiera estar en un estado superior de crecimiento social, económico y humano en razón de su arsenal de recursos: playas en ambos océanos, ríos que parecen destinados a impulsar el desarrollo hidroeléctrico, depósitos significativos de oro, plata, cinc y cobre, Nicaragua tiene depósitos de gas natural frente a las costas del Pacífico y Guatemala tiene reservas sustanciales de petróleo, a lo que se suma un excepcional potencial turístico, con una oferta que abarca islas paradisíacas, monumentos coloniales y restos arqueológicos de la principal cultura mesoamericana: los mayas.
Y esto sin querer dejar por fuera la principal riqueza: su gente, excelso crisol donde se funden los orgullosos descendientes de los grupos étnicos que habitaban el istmo, que se mezclaron a sangre y fuego con los invasores españoles y dieron vida al mestizo, a quienes se agregan miskitos y sumos de la costa atlántica y el empuje cultural de los garínagu, los negros caribe llegados desde San Vicente para consolidar con su aporte a este caleidoscopio de colores y tradiciones diversas.
Este rasgo heterogéneo también marca el difícil proceso de construcción de las identidades nacionales que ha enfrentado Centroamérica en razón de sus diversos componentes étnicos, así en Guatemala el elemento indígena es mayoritario, mientras que en Honduras, El Salvador y Nicaragua es el mestizo, en tanto que Costa Rica mantiene una base sustancial de descendientes de inmigrantes europeos. Por lo tanto, es la diversidad y el respeto al “otro” los que debieran marcar la pauta para entender el complejo entramado de la interacción social centroamericana. Esta diversidad debiera ser la piedra angular para construir el futuro de Centroamérica; comprender, por fin, que nuestra identidad es compleja y a veces hasta contradictoria, pero en ella está la base para fundar una independencia verdadera que nos lleve en este nuevo siglo a alcanzar el desarrollo social tan anhelado.
Publicado el 09-06-2005
Presente y futuro de Centroamérica
Este próximo 15 de septiembre las repúblicas centroamericanas estarán celebrando un aniversario más de su independencia y el balance de su historia compartida de 184 años nos muestra un cuadro desalentador, marcado por la pobreza persistente, la inestabilidad política y la injusticia social.
La paradoja está en que estas naciones que disfrutan de una ubicación geográfica envidiable: un istmo largo que forma un puente entre Norte y Suramérica en un área de cerca de 523.000 kilómetros cuadrados, y poseen una extraordinaria riqueza natural, aun no han podido encontrar la fórmula para salir del atraso en que se encuentran prácticamente desde el momento de su independencia.
Y es que tras haberse firmado la Declaración de Independencia el 15 de septiembre de 1821, las repúblicas centroamericanas fueron anexadas al efímero Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide, que una vez colapsado en 1823 dio paso a la etapa federal, cuando la mente visionaria de Francisco Morazán persiguió el sueño de una Centroamérica unida. En 1824 se integró las Provincias Unidas de América Central que se llamaría más tarde la República Federal de Centroamérica. Luego llega a la presidencia Morazán, en 1830, y se empeña en impulsar la reforma política y promover la educación para todos, sin embargo, las envidias y los intereses económicos de la oligarquía criolla le harán oposición hasta que en 1838 se disuelva la Federación para dar paso a los estados soberanos.
A partir de allí vendrán guerras civiles y disputas intestinas, lallegada del capital extranjero, principalmente de los Estados Unidos, hasta dar forma a la economía del enclave, que dará origen también a la denominación de “repúblicas bananeras”. Tiempo después Centroamérica se debatirá en nuevas luchas, esta vez reeditando el esquema de la guerra fría. Incluso Nicaragua verá surgir y triunfar a la revolución sandinista, que luego será asfixiada por sus dilemas internos y el “bloqueo” impuesto por la administración Reagan. Luego vendrá el tiempo de la apertura política y el llamado retorno a la democracia, no obstante, tras varias décadas de gobiernos electos en las urnas la realidad de las repúblicas centroamericanas continúa signada por el fantasma omnipresente de la corrupción, el gran mal de nuestros pueblos. Y es que aparte de nuestra historia común el signo de los gobiernos centroamericanos ha estado marcado por la corrupción; de hecho, en estos últimos años se ha visto como se han llevado a los tribunales, y hasta a la cárcel, a ex presidentes de Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, acusados por enriquecimiento ilícito, y esto parece ser sólo la punta del iceberg.
La paradoja está en que esta América Central, “américa angostura” como la llamara Pablo Neruda, es una región feraz que debiera estar en un estado superior de crecimiento social, económico y humano en razón de su arsenal de recursos: playas en ambos océanos, ríos que parecen destinados a impulsar el desarrollo hidroeléctrico, depósitos significativos de oro, plata, cinc y cobre, Nicaragua tiene depósitos de gas natural frente a las costas del Pacífico y Guatemala tiene reservas sustanciales de petróleo, a lo que se suma un excepcional potencial turístico, con una oferta que abarca islas paradisíacas, monumentos coloniales y restos arqueológicos de la principal cultura mesoamericana: los mayas.
Y esto sin querer dejar por fuera la principal riqueza: su gente, excelso crisol donde se funden los orgullosos descendientes de los grupos étnicos que habitaban el istmo, que se mezclaron a sangre y fuego con los invasores españoles y dieron vida al mestizo, a quienes se agregan miskitos y sumos de la costa atlántica y el empuje cultural de los garínagu, los negros caribe llegados desde San Vicente para consolidar con su aporte a este caleidoscopio de colores y tradiciones diversas.
Este rasgo heterogéneo también marca el difícil proceso de construcción de las identidades nacionales que ha enfrentado Centroamérica en razón de sus diversos componentes étnicos, así en Guatemala el elemento indígena es mayoritario, mientras que en Honduras, El Salvador y Nicaragua es el mestizo, en tanto que Costa Rica mantiene una base sustancial de descendientes de inmigrantes europeos. Por lo tanto, es la diversidad y el respeto al “otro” los que debieran marcar la pauta para entender el complejo entramado de la interacción social centroamericana. Esta diversidad debiera ser la piedra angular para construir el futuro de Centroamérica; comprender, por fin, que nuestra identidad es compleja y a veces hasta contradictoria, pero en ella está la base para fundar una independencia verdadera que nos lleve en este nuevo siglo a alcanzar el desarrollo social tan anhelado.
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