HAGAMOS UNA PAUSA…
Los últimos acontecimientos nacionales han sobrepasado nuestra capacidad de asimilación mental, dejándonos mudos y ano-nadados -por no mencionar lo de es-qu-izo-fré-ni-cos y alterados-.
Es justo hacer una pausa filosófica para retomar fuerzas y desvariar un poco, antes de retomar nuestra quijotesca labor de querer cambiar a Guatemala.
Para algunos de nosotros escribir en este rincón de la red se ha convertido en un hábito, en una necesidad… a veces es la única forma que tenemos de expresar nuestra inconformidad; de elevar nuestro grito de protesta contra la injusticia y violencia que a diario nos golpea y ante las cuales no podemos permanecer indiferentes.
Es evidente que somos una partida de idealistas, que unas veces por catarsis y otras por el simple deseo de comunicar experiencias, o sencillamente con el ánimo de pasar un buen rato -chingar la pita- y cantarle a la amistad o al amor, usamos este medio de comunicación para compartir las pequeñas acciones que son los hilos del tejido de nuestra vida.
Escribir es como sembrar un huerto de recuerdos, tomarle fotos a las ideas o simplemente como dice el cuate de la canción: “…lanzar tus penas al viento, que el viento las borrará”.
Pero escribir también tiene sus riesgos; no somos monedita de oro y lo que hacemos y decimos puede no ser del agrado de los demás aunque lo hagamos con la mejor intención.
Por eso cada vez que esgrimimos la pluma ponemos en la balanza todos estos elementos y sabemos a que riesgos nos exponemos.
Hoy quiero compartir con ustedes un pequeño cuento que escribí hace varios años sobre el tema. Entonces no existían los medios modernos con que contamos ahora, pero la emoción y los riesgos siguen siendo los mismos.
La Pulga
C- O- M -P- U- L- S- I- O- N
Al principio los síntomas son leves…casi imperceptibles…
un ligero cosquilleo en la conciencia, seguido de rápidos y constantes mensajes eléctricos, que salen de lo más profundo de tu ser. Una ventana que se abre, mostrando un panorama insospechado: un niño que juguetea sonriente con sus lápices de colores, ante la hoja en blanco. Gozando anticipadamente las obras que en ella plasmará.
Te asomas y ves un poco… y lo que ves no deja de asustarte: ideas y sentimientos que conviven con recuerdos gratos y temores. La posibilidad de desnudar el alma más allá de los límites lícitos y convenientes…más allá de un punto en que puedas regresar.
Las ideas comienzan a surgir lentamente, gota a gota hasta convertirse en un torrente incontenible, volcán en erupción que amenaza con arrasar todas las demás cosas que te rodean.
Haces un alto, tratas de razonar… muy en el fondo sabes que una fuerza extraña domina tu mente, pero ¡qué agradable sensación! La creatividad, como una droga que recorre ardiente tus venas, potenciará hasta la última de tus facultades…con el riesgo de dejarte vacío.
…de nuevo el cosquilleo… ¡pronto! una hoja de papel.
Empuñas la pluma y …¡zaz! ya caíste en la trampa.
La Pulga
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