Volver a empezar…

La vida está hecha de pequeñas acciones, alegres y tristes que son los ladrillos con los que vamos construyendo los buenos recuerdos.

Hoy les comparto una situación por la que muchos de ustedes ya pasaron, talvez no una sino varias veces y a la que hasta pudieron haberse acostumbrado o pueda parecerles intrascendente: ser abuelos.

Para mí es ya una gran alegría, esperada por muchos años, una promesa que se hará realidad dentro de pocos meses.

Fue precisamente una lectura de la misa del domingo pasado, la que hablaba de la promesa que hizo Dios a Abraham, la que me hizo reflexionar sobre el tema de la descendencia.

Qué sería para Abraham lo más importante de esta promesa: ¿acaso aquella tierra maravillosa de la que manarían ríos de leche y miel? … o sus grandes riquezas y la satisfacción y el poder de dirigir un gran pueblo?

Y la respuesta se da más adelante en la misma historia: para Abraham, como buen judío, lo más importante no eran la tierra y las riquezas que ya tenía en su casa, sino alcanzar una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo.

La necesidad de trascender es una de las más grandes y propias de todo ser viviente. Trascendemos a través de la familia y para algunos es la única forma de alcanzar la inmortalidad

Ser abuelo es para mí como volver a empezar la tarea. Ahora que ya peinamos canas o lamentamos no tener algunas que peinar; ahora que ya tenemos la experiencia de cómo criar hijos y educarlos, es “casi seguro” que ya no cometeríamos los mismos errores si se nos diera una nueva oportunidad.

Pero surge la duda, ¿ nos dará la vida el tiempo necesario para transmitir esa experiencia y conocimientos que tan duramente hemos adquirido? … y algo más… querrán nuestros hijos vivir su propia experiencia, cometer sus propios errores y alcanzar sus metas lejos de nuestro “consejo”.

¿Cuál será ahora nuestro misión para con estos tiernos seres, con los cuales seguramente nos separará un abismo generacional, si no acaso una gran distancia física?.

Habrá que hacer el intento de ser un apoyo para sus padres. Quizá lo mejor o lo único que podamos darles sea el ejemplo de una vida recta y dedicada al trabajo, una vida de principios… aunque puedan ser muy diferentes a los suyos.

Pero también intentaremos tomarnos el tiempo para crear esos pequeños recuerdos que los hagan pensar con cariño y respeto en el abuelito, que a pesar de estar ya algo chocho y maltratado por los años, siempre tuvo un momento para contarles un cuento, brindarles una golosina u ofrecerles su regazo para apoyar la cabeza y sus sabios consejos cuando tuvieron la humildad y paciencia de pedírlos.

La Pulga.