Zona Radioactiva
El gobierno de Néstor Kirchner decidió oficialmente relanzar un plan nuclear argentino después de dos décadas de estancamiento. Éste contempla una inversión de US$ 3,500 millones para terminar su tercera central, la vetusta obra de Atucha II, ampliar la vida útil de la Central Embalse –la de mayor potencia de las dos que tiene en actividad–, además de construir una cuarta central atómica con apoyo canadiense si los estudios de factibilidad respaldan los anhelos. El objetivo final es restaurar la participación nuclear en el orden del 15% del menú eléctrico.
¿Un simple sueño, como los de antaño? Puede ser. La escasez energética viene encendiendo luces naranjas en la economía, las reservas de gas propio se han acortado a una década y las provisiones de gas boliviano o fuel oil venezolano disparan los costos de generación, tornando la energía nuclear en una opción competitiva para atender las necesidades energéticas. “Con el gas a US$ 4 el millón de BTU, la energía nuclear es competitiva”, dice Darío Jinchuk, director de relaciones internacionales de la CNEA y vocero del proyecto. Las cifras argentinas puede que no se repliquen idénticamente en otras centrales ni en otros países.
Y en América Latina, los argentinos no son los únicos en desempolvar sus sueños. México asignó este año un presupuesto de US$ 700 millones para hacer el mantenimiento y repotenciar los reactores de la central de Laguna Verde, en Veracruz, la que provee el 2% de la energía eléctrica mexicana, mientras el gobierno mexicano estudia la posibilidad de agregar una tercera o incluso una cuarta central en el mismo emplazamiento o en Sonora: “Pese a que somos un país petrolero, vemos que es antieconómico seguir refinando petróleo para hacer electricidad”, explica Rafael Obregón.
Entre el fango y el club selecto
No obstante, es en Brasil donde están los planes más ambiciosos, pese a que la mayor parte de su matriz eléctrica se origina en energía hídrica. “La premisa es mantener la fuerza hídrica como principal fuente energética y usar la generación térmica como complementaria para controlar las oscilaciones de aprovisionamiento”, comenta en Rio de Janeiro Gloria Alvarez, vocera de Eletronuclear. “Dentro de esta categoría la idea es que la energía nuclear conforme el 30% de la capacidad”.
Debate en rojo
Pero en Brasília hay grupos que incluso quieren apostar mucho más. La gubernamental Empresa de Investigación Energética elevó a comienzos de 2006 al presidente Luiz Ignacio Lula da Silva un plan nuclear que significaría la implantación de siete centrales, Angra III incluida, hasta 2022 con una inversión de US$ 13,000 millones. Las inversiones se utilizarían para construir tres centrales de gran tamaño, similares a Angra II, y otras cuatro de menor escala para llegar a regiones aisladas y atender la mayor necesidad de energía térmica para el 2030.
Un debate que también se vive en estos días en Chile, donde algunos funcionarios del gobierno de Michelle Bachelet hicieron declaraciones a favor de la construcción de una central nuclear, de manera de poner fin a la dependencia del país de fuentes extranjeras de energía.
El hidrógeno aún no es manejable, las fuentes solares y eólicas están lejos de poder competir en costo y la hidroeléctrica tampoco está libre de polémicas, dice Luiz Pinguelli Rosa, ex presidente de Eletrobrás, la estatal brasileña del sector energético.
Otro argumento en favor de la fuerza atómica es su capacidad de multiplicarse de manera independiente del clima y la geografía, mientras que la fuerza hídrica es renovable, pero no ilimitada y altamente dependiente de la geografía.
Cada vez más probable
La madurez de la tecnología hace que el costo de las plantas tienda a la baja con una mayor eficiencia.
Ahora, ¿la aventura nuclear de la región podría tener resistencia internacional con una Venezuela allegada a Argentina y Brasil? No mientras el tema se maneje lejos del Orinoco. Estados Unidos dio su apoyo a los planes sudamericanos, pero enseguida mostró señales de alerta cuando Chávez consultó a los argentinos sobre la provisión de un reactor.
El tema nuclear tiene una dimensión geopolítica muy sensible. “La única objeción de Estados Unidos es Venezuela; aunque sea difícil técnicamente pasar de la generación energética a fabricar armamentos, mientras más reactores, más posibilidades hay de que alguien pueda llegar a producirlas”, dice George Gonzales, profesor de Ciencia Políticas de la Universidad de Miami, quien aconseja ir con cuidado. “Hay que tener técnica institucional… ¿Son estas sociedades capaces de regular y controlar la seguridad ambiental y política de esta tecnología?
Una buena advertencia. Si América Latina no supera viejos vicios, más que oportunidades otra vez tendrá centrales abandonadas y capitales hundidos.
Tomado de: Juan Pablo Dalmasso © AméricaEconomía 2001-2006 - Todos los derechos reservados
¿Un simple sueño, como los de antaño? Puede ser. La escasez energética viene encendiendo luces naranjas en la economía, las reservas de gas propio se han acortado a una década y las provisiones de gas boliviano o fuel oil venezolano disparan los costos de generación, tornando la energía nuclear en una opción competitiva para atender las necesidades energéticas. “Con el gas a US$ 4 el millón de BTU, la energía nuclear es competitiva”, dice Darío Jinchuk, director de relaciones internacionales de la CNEA y vocero del proyecto. Las cifras argentinas puede que no se repliquen idénticamente en otras centrales ni en otros países.
Y en América Latina, los argentinos no son los únicos en desempolvar sus sueños. México asignó este año un presupuesto de US$ 700 millones para hacer el mantenimiento y repotenciar los reactores de la central de Laguna Verde, en Veracruz, la que provee el 2% de la energía eléctrica mexicana, mientras el gobierno mexicano estudia la posibilidad de agregar una tercera o incluso una cuarta central en el mismo emplazamiento o en Sonora: “Pese a que somos un país petrolero, vemos que es antieconómico seguir refinando petróleo para hacer electricidad”, explica Rafael Obregón.
Entre el fango y el club selecto
No obstante, es en Brasil donde están los planes más ambiciosos, pese a que la mayor parte de su matriz eléctrica se origina en energía hídrica. “La premisa es mantener la fuerza hídrica como principal fuente energética y usar la generación térmica como complementaria para controlar las oscilaciones de aprovisionamiento”, comenta en Rio de Janeiro Gloria Alvarez, vocera de Eletronuclear. “Dentro de esta categoría la idea es que la energía nuclear conforme el 30% de la capacidad”.
Debate en rojo
Pero en Brasília hay grupos que incluso quieren apostar mucho más. La gubernamental Empresa de Investigación Energética elevó a comienzos de 2006 al presidente Luiz Ignacio Lula da Silva un plan nuclear que significaría la implantación de siete centrales, Angra III incluida, hasta 2022 con una inversión de US$ 13,000 millones. Las inversiones se utilizarían para construir tres centrales de gran tamaño, similares a Angra II, y otras cuatro de menor escala para llegar a regiones aisladas y atender la mayor necesidad de energía térmica para el 2030.
Un debate que también se vive en estos días en Chile, donde algunos funcionarios del gobierno de Michelle Bachelet hicieron declaraciones a favor de la construcción de una central nuclear, de manera de poner fin a la dependencia del país de fuentes extranjeras de energía.
El hidrógeno aún no es manejable, las fuentes solares y eólicas están lejos de poder competir en costo y la hidroeléctrica tampoco está libre de polémicas, dice Luiz Pinguelli Rosa, ex presidente de Eletrobrás, la estatal brasileña del sector energético.
Otro argumento en favor de la fuerza atómica es su capacidad de multiplicarse de manera independiente del clima y la geografía, mientras que la fuerza hídrica es renovable, pero no ilimitada y altamente dependiente de la geografía.
Cada vez más probable
La madurez de la tecnología hace que el costo de las plantas tienda a la baja con una mayor eficiencia.
Ahora, ¿la aventura nuclear de la región podría tener resistencia internacional con una Venezuela allegada a Argentina y Brasil? No mientras el tema se maneje lejos del Orinoco. Estados Unidos dio su apoyo a los planes sudamericanos, pero enseguida mostró señales de alerta cuando Chávez consultó a los argentinos sobre la provisión de un reactor.
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El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie, y el realista ajusta las velas
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