CONQUISTA Y COLONIZACION ESPAÑOLA, FRACASO HISTORICO?
Desde el Cabo de Hornos hasta la frontera México-Estados Unidos podemos observar dos cosas, se habla idioma español (a excepción de Brasil) y vemos miseria, corrupción generalizada, falta de educación y salud, dictaduras, violencia social e institucional y relativamente poca cultura. Donde pisó el conquistador español y se estableció el colón español sus huellas marcaron el destino de esta parte de América llamada por ende América Latina. No es posible cambiar el pasado ni cambiar las estructuras que todavía siguen marcando nuestra historia, a menos que una fuerza descomunal destruya los malos cimientos desde sus bases y raíces para empezar de nuevo. Esto explica, o dicho a nuestra manera, "justifica" los males que nos aquejan y responde los cuestionamientos que muchos pensadores se hacen. A continuación me permito transcribir un artículo de Marta Pilón publicado en Prensa Libre.
Kalifa
Algo hicimos mal
Quiero compartir —resumidas- las palabras del presidente de Costa Rica, en la cumbre de abril último. “Tengo la impresión de que cada vez que los latinoamericanos nos reunimos con el presidente de Estados Unidos es para pedirle o reclamarle cosas. Casi siempre, los culpamos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que sea del todo justo, veamos.
Latinoamérica tuvo universidades antes que Estados Unidos; igualmente, en este continente, hasta 1750, todos eran más o menos pobres. Pero cuando aparece la Revolución Industrial, Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, la adoptan; y aunque también pasó por América Latina, nosotros no. Veamos la historia reciente. Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur —en cuestión de 35 ó 40 años— es un país con US$40 mil de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinos.
¿Qué hicimos? Mucho, pero para comenzar, en Latinoamérica tenemos una escolaridad de 7 años, que no es el caso de los países avanzados. De cada 10 estudiantes de secundaria, solo uno termina. Hay países con mortalidad infantil de 50 por cada mil, y el promedio en Asia es de ocho, nueve ó 10. Hay países con carga tributaria solo del 12 por ciento del PIB, y es nuestra responsabilidad exclusiva no querer cobrar a la gente más rica. En 1950, un norteamericano era cuatro veces más rico que un latino; hoy, es 10, 15 ó 20 más. Eso no es culpa de Estados Unidos, es nuestra.
Gastamos US$50 mil millones anuales en ejércitos para la defensa. Pregunto: ¿Quién es nuestro enemigo? Es la falta de educación, analfabetismo, de salud, no creamos infraestructuras, no dedicamos recursos para detener la degradación ambiental. Esa desigualdad es producto, entre otras cosas, de que no estamos educando a nuestros hijos.
Las universidades latinoamericanas parecieran estar en los años 60, 70 u 80. Olvidamos que en 1989 cayó el Muro de Berlín, y el mundo cambió. Sí, hoy es un mundo distinto, pero parece que los académicos, economistas, historiadores, coinciden en que este siglo es solo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo también, porque mientras seguimos discutiendo sobre ideologías e ‘ismos’ —¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...—, los asiáticos encontraron uno muy realista para el siglo XXI y finales del XX, que es el pragmatismo.
Ejemplo, cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, al ver que sus vecinos se enriquecían aceleradamente, regresó a Pekín y dijo a los camaradas maoístas: ‘Bueno, la verdad es que a mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones’ . Y si hubiera estado vivo Mao, hubiera muerto de nuevo cuando dijo: ‘La verdad es que enriquecerse es glorioso’. Y mientras los chinos hacen esto, desde 1979 a hoy, crecen a 11, 12 ó 13 por ciento, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, pero nosotros seguimos con ideologías que debimos haber enterrado hace mucho tiempo. Esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. No esperemos a cumplirlos para hacer lo nuestro”.
Kalifa
Algo hicimos mal
Quiero compartir —resumidas- las palabras del presidente de Costa Rica, en la cumbre de abril último. “Tengo la impresión de que cada vez que los latinoamericanos nos reunimos con el presidente de Estados Unidos es para pedirle o reclamarle cosas. Casi siempre, los culpamos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que sea del todo justo, veamos.
Latinoamérica tuvo universidades antes que Estados Unidos; igualmente, en este continente, hasta 1750, todos eran más o menos pobres. Pero cuando aparece la Revolución Industrial, Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, la adoptan; y aunque también pasó por América Latina, nosotros no. Veamos la historia reciente. Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur —en cuestión de 35 ó 40 años— es un país con US$40 mil de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinos.
¿Qué hicimos? Mucho, pero para comenzar, en Latinoamérica tenemos una escolaridad de 7 años, que no es el caso de los países avanzados. De cada 10 estudiantes de secundaria, solo uno termina. Hay países con mortalidad infantil de 50 por cada mil, y el promedio en Asia es de ocho, nueve ó 10. Hay países con carga tributaria solo del 12 por ciento del PIB, y es nuestra responsabilidad exclusiva no querer cobrar a la gente más rica. En 1950, un norteamericano era cuatro veces más rico que un latino; hoy, es 10, 15 ó 20 más. Eso no es culpa de Estados Unidos, es nuestra.
Gastamos US$50 mil millones anuales en ejércitos para la defensa. Pregunto: ¿Quién es nuestro enemigo? Es la falta de educación, analfabetismo, de salud, no creamos infraestructuras, no dedicamos recursos para detener la degradación ambiental. Esa desigualdad es producto, entre otras cosas, de que no estamos educando a nuestros hijos.
Las universidades latinoamericanas parecieran estar en los años 60, 70 u 80. Olvidamos que en 1989 cayó el Muro de Berlín, y el mundo cambió. Sí, hoy es un mundo distinto, pero parece que los académicos, economistas, historiadores, coinciden en que este siglo es solo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo también, porque mientras seguimos discutiendo sobre ideologías e ‘ismos’ —¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...—, los asiáticos encontraron uno muy realista para el siglo XXI y finales del XX, que es el pragmatismo.
Ejemplo, cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, al ver que sus vecinos se enriquecían aceleradamente, regresó a Pekín y dijo a los camaradas maoístas: ‘Bueno, la verdad es que a mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones’ . Y si hubiera estado vivo Mao, hubiera muerto de nuevo cuando dijo: ‘La verdad es que enriquecerse es glorioso’. Y mientras los chinos hacen esto, desde 1979 a hoy, crecen a 11, 12 ó 13 por ciento, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, pero nosotros seguimos con ideologías que debimos haber enterrado hace mucho tiempo. Esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. No esperemos a cumplirlos para hacer lo nuestro”.
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