Guatemala no es pobre, pero está llena de pobres

En Siglo 21 de hoy se publicaba, en Pulso económico, que Guatemala no es pobre, pero está llena de pobres. 

Cada vez la brecha entre ricos y pobres es mayor, es decir, que hay muchos que tienen poco o nada y hay pocos que tienen demasiado. Este es un detonante social que no se sabe por dónde ni cuándo va a estallar. Al contrario de otros países latinoamericanos que han reducido las diferencias, en Guatemala estas han aumentado. La riqueza del país, a la que todos tenemos derecho, la disfrutan unos pocos.

Hace unos años, era muy común ver en los carros ostentosos, calcomanías con la leyenda “No soy pobre, yo trabajo”. Gracias a Dios, ya no las he vuelto a ver, pues creo que era una burla para aquel que no ha comido en varios días, aquel que llega a su casa sin la comida suficiente para sus hijos. Un himno a la ignorancia por que no conocen la realidad del país, un himno a la falta de solidaridad, pues las cosas serían diferentes si tan solo a veces nos recordáramos de un principio fundamental: “Nadie tiene derecho a lo superfluo mientras haya alguien a quien le falte lo necesario”.

El primer paso para reducir esta brecha, es entender que la mayoría de la gente extremadamente pobre, está condenada a seguir siéndolo, porque su capacidad intelectual es baja por una alimentación inadecuada, por falta de recurso básicos como luz, agua, transporte y esa no es su culpa. Como tampoco es su culpa haber nacido en área marginales y tener que luchar por un pedazo de pan, tener que vivir con el miedo de ser víctimas de una violación o de ser, a muy temprana edad, reclutados a la fuerza por las maras y haber aprendido a matar a sangre fría.

La culpa es nuestra por no entender que haber sido bien alimentados, tener un nivel intelectual normal, una buena educación, no es mérito nuestro, es un don de Dios y del cual, en su momento, nos pedirá cuentas. (Mt. 25, 14-30)

En resumen, el mensaje que quiero dar es que no debemos de ser tan simplistas en culpar al pobre por ser pobre y volverse delincuente. Debemos de aceptar que la brecha social es, en parte, nuestra culpa, pues lo que a ellos les falta a mucho nos sobra y muchas veces hacemos ostentación.

Es cierto que muchos son pobres por haraganes, pues tienen las oportunidades, pero a una gran mayoría les han sido negadas y muchas veces, aunque en forma indirecta, por nosotros mismos.

Si el cambio ha de venir, deberá ser desde nosotros, que tenemos la capacidad moral y la conciencia social para hacerlo aunque sea sacrificando algo y exigiendo a todos los sectores.

     No sé si sea muy utópico pero así lo veo yo.

JUAN JOSÉ PRATDESABA