Ya he perdido la cuenta, desde cuándo es
que duermo poco. En esas noches,
cuando con frecuencia, a pesar de los somníferos me encarcela el insomnio, me
quedo en la cama con los ojos cerrados haciendo un repaso histórico de lo que significa la vida.
Muchas veces con mis amigos y amigas hemos realizado como catarsis esa revisión de nuestra vida y su historia,
incluso de los sopapos que la misma nos ha propinado. Hoy siento nuevamente la necesidad de hacerlo en esta epistola.
Como un ejercicio mental lo hice desde hace muchos años, pero perdí en un
cambio de casa hará unos 38 años, muchos
originales garabateados a lápiz o bolígrafo, antes de pasarlos
a la Remington.
El ser humano, es fecundado, nace, crece,
se reproduce y al fin tiene su
destino postrero, no fatal, que es
la muerte. Tengo amigos y amigas de todas edades, profesiones, actividades
diversas y uno que otro vago o vaga, atolondrados, trotamundos, que aún viven como si fueran patojos,
pero a todos los aprecio y quiero por igual. Porque cuando
el cariño es cordial y efusivo, locuaz y de apego recíproco, es algo muy placentero, recordar viejas
vivencias, jodarrias, ajumamientos
y esa camaradería chingona
y chilera y en ocasiones
sumamente embrollada; más pienso más seriamente en los dones que tenemos, en los éxitos
alcanzados, en las cumbres conquistadas. Y también nos recordamos de todas y
todos quienes, ya nos abandonaron y
hace tiempo nos dejaron y navegan vigilantes en esas otras galaxias donde tocan las estrellas y les alumbra la vida el candil de nuestra luna, porque si alzaron el vuelo es para esa sideral vivencia
de ser huéspedes del Cielo.
La vida es impredecible, nos da golpes muy severos, de aquellos que
remueven el alma y sacuden nuestro juicio; o algunos otros sucesos que aflorando a nuestra mente nos despertaron conciencias nos dieron
a beber ciencia, nos pusieron en
la puerta, de esos sueños que anhelamos; vivimos con utopías soñando tantas quimeras, algunas las
alcanzamos, más la mayoría de
ellas se quedaron en morriña, hospedadas en memorias.
Y acudiendo a la metáfora, la vida es un libro abierto,
nuevo y lleno de benevolencia, más también de sinsabores, de temores y valores,
que cada día le pasan hojas y cuando se lee todo, es cuando la vida nos va dejando. Más algunos pareciera que nunca
abrieron su libro y siguen por mil senderos con la peor de las tragedias.
La vida es muy corta y breve, pasa como
las borrascas, aunque tratemos
llevarla cual torbellino de sueños.
A algunos la vida les sonríe, a otros se les abisma al precipicio y no salen del despeñadero. Son aquellos que afirman estar
“salados” y en un desplome constante.
Para otros la vida es como un tempano que
a pedazos gigantescos desmorona a
cada instante y les cala con angustia, tormenta y mucho vacío. Más para algunos la vida, es un
incendio de delirios, arrebato y
paroxismo; la viven intensamente,
muchas veces con excesos y son estos abusos constantes los que por fin les
aburren, les causan tedio y hastío y les inyectan ponzoña; pero cuando esto
sucede tienen la vida tan deslizada
en forma tan turbulenta,
que no hay paz en su interior y se tornan cada día, virulentos y mordaces, inseguros y
dudosos.
Cuando somos adolescentes, el mundo es ya
todo nuestro, vivimos quienes tenemos suerte, esa etapa del estudio, de
enseñanzas superiores, de viajes y de placeres, pero también nos desmandamos y uno
que otro camarada hizo jirones su existencia. Tenemos etapas de sentimentalismos sanos, de enamoramientos
precisos o de pasiones fugaces, fortuitas y repentinas. Más siempre son estas últimas las que
nos marcan las veredas del temor y del recelo y a veces nos penetran tanto y nos causan hecatombes. Pero cuando esto acontece retroceder es
de hombres.
Por ello en mi madurez, y con un existir vivido en forma muy exabrupta,
exagerada y en ocasiones conculcantes, formulo este repaso auténtico de aquella que fue mi
historia, escudriño los eventos que son la luz de mi memoria, para tratar que
mi devenir futuro, no escarnezca y menosprecie, que
sea como el retorno de un ave que luego de golpearse el ala, logra al fin
remontar vuelo.
He vivido en toda atmosfera y realizado algún sueño . . . sé que
todavía faltan algunos abandonos y
algunas rebeliones, pero a mis torbellinos casi nunca nadie pudo amainarlos y
plegarlos. Y creo que estas
tormentas me seguirán lacerando pero jamás dañaran la inspiración de la pluma, aunque
tengo en ocasiones lagunas, lapsos
y olvidos.
Me llena mucho de orgullo venir de donde
yo vengo, de ese crecimiento sano que me brindaron mis padres, de mis estudios
profundos sobre uno y mil idearios, de mi conciencia tan crítica que me inculcó
mi padre y de mi grito y mi canto siempre revolucionario, rebelde y de
gallardía, que sus sabias enseñanzas marcaron en mi pensamiento y en una ética
con escrúpulos, reflexiva y espontánea y con una opción rigurosa, definida y minuciosa, por
todos los desvalidos de esta tierra que me sangra.
Tuve miedos, tuve llantos, angustias muy
agobiantes, pero creo las vencieron mis momentos de paciencia, aprendí a ser
tolerante y sobre todo y ante
todo, me apegue a mi Ser Superior y Padre. Porque si tienes abatimientos y
sientes que la fatiga te abruma y te golpea, sólo reza el Padre Nuestro.
Más también tengo otro amigo y es mi
Duende el nigromante, mi hechicero y grande cuate, que a veces me hace
berrinches y me abandona por lapsos, pero yo mismo comprendo que lidiar con un
carácter como el que llevo en el cuerpo, el corazón y la mente, es a veces
abrumante. Mas esos ayunos de
sueño, algo siempre me han dejado, porque todo lo que en mi vida he escrito en el mundo literario,
lo he logrado en mis vigilias. Me
da el impulso de artista, me inspira, me ilumina y entusiasma; aunque a veces
de mi pluma salgan muchas pendejadas, una que otra cabronada y muy pocas certidumbres.
Guatemala,
22 de julio de 2014.
Flaminio
Bonilla Valdizón.