PROMO66 LICEO GUATEMALA

domingo, octubre 25, 2020

 

Por qué algunas naciones tienen éxito y otras fracasan 

    Ilustración mostrando una ciudad rica a la izquierda y una pobre a la derecha
    Pie de foto, ¿Qué hace la diferencia?

    ¿Por qué algunos países, como Noruega, son ricos y otros países, como Níger, pobres?

    Es una gran pregunta y muchos se la han hecho, y se la seguirán haciendo. Y hay varias respuestas.

    Para el filósofo y economista alemán Max Weber (1864-1920), uno de los teóricos más importantes sobre el desarrollo de la sociedad occidental moderna, eran las diferencias religiosas o culturales las que determinaban distintos resultados económicos.

    Otros han afirmado que la falta de recursos naturales o conocimientos técnicos ha impedido que los países pobres generen un crecimiento económico autosostenido.

    Pero James Robinson, profesor universitario en la Universidad de Chicago en Estados Unidos y director del Instituto Pearson, sostiene que no es ninguna de esas cosas.

    Robinson ha estudiado la diferencia entre países pobres y prósperos.

    "La brecha es extraordinaria", le dijo a la BBC.

    "El ingreso per cápita de Noruega es al menos 50 veces el de un país pobre del África subsahariana como Sierra Leona o uno de América como Haití.

    "La esperanza de vida en Sierra Leona al nacer estaría en los 30 años y la esperanza de vida en Noruega es de 80 años. Así que esa es una diferencia extraordinaria en términos de la vida y el bienestar de las personas", agrega el economista.

    Experimentos naturales

    Para tratar de entender, Robinson ha estudiado uno de los lugares que se conocen como "experimentos naturales".

    Pecera grande con un pez y pequeña, con varios
    Pie de foto, ¿Es debido a la geografía? ¿O los recursos naturales? ¿Quizás son valores? ¿O más bien es algo cultural?

    Son situaciones que se dan sin haber sido planeadas, y son instructivas porque muestran lo que sucede cuando los humanos se distribuyen aleatoriamente y se exponen a diferentes condiciones.

    Piensa por ejemplo en la frontera que separa Corea del Norte y Corea del Sur -fijada desde 1953-, o en Berlín, que se dividió entre el este y el oeste durante la Guerra Fría.

    En esos casos, Corea del Sur se ha vuelto mucho más rica que Corea del Norte y Berlín Occidental se volvió mucho más rico que Berlín Oriental.

    Experimentos naturales como esos son relevantes cuando estudias la cuestión de por qué algunas naciones fracasan, y Robinson ha analizado durante años uno de ellos: Ambos Nogales.

    Ambos Nogales

    Nogales es una ciudad dividida: queda en el norte de Sonora, México, y el sur de Arizona, Estados Unidos.

    "Antes de que el presidente Trump se entusiasmara con los muros, ya había uno en Nogales".

    Dos anuncios: Nogales, Sonora; Nogales, Arizona
    Pie de foto, Nogales está en dos países: México y EE.UU.

    Efectivamente: debido a la tensa relación que se vivía entre los dos países durante la década de 1910, las autoridades mexicanas levantaron cercas temporales en la frontera. Pero tras La Batalla de los Ambos Nogales, que estalló en 1918, se construyó la primera valla fronteriza permanente entre las dos poblaciones.

    "Entonces, hay dos nogales, se ven muy similares en muchos aspectos, pero en aspectos muy relevantes para la vida y las oportunidades de las personas, son dramáticamente diferentes", subraya Robinson.

    Volvamos entonces a la pregunta: ¿por qué?

    Se han ofrecido todo tipo de explicaciones para explicar este dramático desajuste en la riqueza de las naciones.

    Una de ellas es...

    La cultura

    Los noruegos, sostiene el argumento, están arraigados en una ética de trabajo protestante. Por el contrario, en algunos otros lugares la gente es más holgazana.

    Pero eso no puede explicar el caso de Nogales.

    Valla y vista de Nogales, Sonora
    Pie de foto, Aunque en Nogales la valla marca una dramática diferencia, no se puede decir que es por razones culturales.

    En términos de música, comida, valores familiares, etc., no existen diferencias culturales significativas entre el norte y el sur de Nogales. Y James Robinson cita otras pruebas para socavar el relato cultural.

    "Algo que hemos investigado mucho es el impacto del colonialismo europeo en el desarrollo comparativo en el mundo.

    "Mucha gente dice: 'la razón por la que Estados Unidos es tan próspero es porque vinieron los ingleses, trajeron esta ética de trabajo protestante anglosajona'. Pero si observas la cuestión del impacto de la cultura británica de manera más amplia en el mundo colonial, verás que eso no puede ser cierto.

    "Es cierto que entre las antiguas colonias británicas están Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, pero también Zimbabue y Sierra Leona. Entonces, no son realmente los británicos en América del Norte los que crearon toda esta prosperidad".

    Para Robinson, el colonialismo más bien provee pruebas de que las hipótesis culturales no explican realmente el desarrollo comparativo.

    Entonces, si no es la cultura, ¿qué más podría explicar la desigualdad de la riqueza?

    ¿La geografía?

    Quizás algunos países tienen una ubicación ventajosa: mejor clima, por ejemplo, o están en una ruta comercial.

    Pero eso tampoco puede explicar el fenómeno de Nogales.

    Escudo de Nogales con la bandera de EE.UU. y México
    Pie de foto, ¿Qué explica el fenómeno de Nogales?

    Intentemos de nuevo...

    ¿Los recursos naturales?

    Hay países ricos en recursos naturales... Noruega, por ejemplo, tiene petróleo.

    "Sí, pero Arabia Saudita y Angola también tiene petróleo -apunta Robinson-. Los recursos naturales son excelentes si los tienes. Pero lo realmente importante es lo que haces con ellos.

    "Ni Corea del Sur ni Japón son ricos en recursos naturales. Quizás tengan buena tierra, es un bien que se distribuye por todo el mundo. Pero necesita inversión, tecnología, riego, fertilizantes para ser productivo.

    "El problema en África, por ejemplo, es que no hay una revolución verde, variedades de semillas mejoradas, no tiene infraestructura, no tiene carreteras, no tiene inversión.

    "Por tanto, no creo que el mundo físico determine la prosperidad de la sociedad", concluye el economista.

    Entonces, si la cultura, la geografía y los recursos naturales no pueden explicar esto, ¿qué puede?

    En una palabra

    Según los estudios de Robinson, la respuesta es: instituciones.

    "Última vuelta en u antes de entrar a México", dice esta señal de la ciudad fronteriza.
    Pie de foto, "Última vuelta en u antes de entrar a México", dice esta señal de la ciudad fronteriza.

    "Me refiero a las reglas que los propios humanos crean y que influyen en sus incentivos y oportunidades.

    "Los seres humanos respondemos a los incentivos, pero creamos reglas en la sociedad que generan diferentes patrones de incentivos y eso marca la diferencia".

    Lo que tienen los países ricos, según el economista, son instituciones que funcionan, como parlamentos o tribunales honestos y reglas que rigen los derechos de propiedad y fomentan la competencia empresarial.

    Y esas reglas tienden a ser justaspredecibles y se aplican a todos.

    James Robinson establece una distinción entre lo que él llama instituciones extractivas e inclusivas. Las instituciones extractivas son aquellas que benefician a un pequeño número. Las instituciones inclusivas benefician a la población en general.

    Dos multimillonarios

    Para ilustrar este punto, volvamos a México y Estados Unidos. No a Nogales, sino a dos de los ciudadanos más ricos de esos países: Carlos Slim y Bill Gates.

    Bill Gates fundó Microsoft. Carlos Slim está involucrado en muchos sectores. Algunos de sus negocios, como el mercado de telefonía fija, son casi monopolios.

    Carlos Slim y Bill Gates
    Pie de foto, Dos multimillonarios de dos lados de la frontera.

    "Son dos hombres de negocios brillantes, grandes empresarios tremendamente enérgicos y ambiciosos, pero lo crucial es cómo hicieron su fortuna", subraya Robinson.

    "Bill Gates hizo su dinero a través de la innovación. Carlos Slim hizo su dinero con los monopolios.

    "La innovación de Bill Gates lo hizo extremadamente rico, pero generó mucha más riqueza para la sociedad: atrajo personas y recursos a la industria de las computadoras. En el caso de Carlos Slim, sus monopolios redujeron la renta nacional mucho más que su riqueza personal en México.

    "¿Por qué se comportaron de manera diferente? Es cuestión del mundo en el que viven, de instituciones que canalizan sus energías y talento en direcciones muy, muy diferentes.

    "Si quieres enriquecerte en América Latina, lo que haces es conseguir monopolios, formar vínculos con políticos. ¿Cómo se hace en Estados Unidos? Te conviertes en emprendedor, inicias un negocio, innovas", opina Robinson.

    Todo lo cual plantea una pregunta importante. ¿Cómo se puede transformar el sur de Nogales en el norte de Nogales? ¿Cómo se pueden reformar las instituciones extractivas en instituciones inclusivas?

    BBC

    sábado, octubre 17, 2020

    ANTOLOGÍA DE LA VII VUELTA CICLÍSTICA A GUATEMALA INTRODUCCIÓN
    Acariciada por el cálido soplo del viento sur, la Ciudad de las Palmeras amaneció hoy especialmente engalanada y expectante en esta hermosa mañana del domingo 11 de agosto de 1963; se despide a la caravana ciclística en la que será la última y promete ser la más emotiva etapa de la VII Vuelta Ciclística a Guatemala, con meta final en la capital del país. Las calles frente al parque central y el Palacio Municipal de Escuintla, en donde ayer finalizó la penúltima etapa, y en donde también hoy en unos minutos más se dará el banderazo de salida, muestran aún los rescoldos del apoteósico y apasionante recibimiento que la ciudad cocotera brindó a los ciclistas, y en la que Pontacita se impuso sobre la meta en un largo, disputado y cerrado sprint al actual líder Sabas Cervantes, descontando diez segundos a la escasa ventaja que aún mantiene el pedalista mexicano, reducida ahora a tan sólo 8 segundos. La ansiedad e inquietud predominan en el ambiente, acrecentadas por el bullicio del público, el incesante barullo en los altoparlantes, el acopio final de tubulares y caramañolas, el penetrante y agudo aullar de las sirenas, sumado a las últimas y agitadas instrucciones que a voz en cuello los entrenadores dan a sus pupilos, y de las que sobresale la de Blas Quaglieri con su gutural, nervioso y típico acento francés.

    Es la antesala de la corta etapa de 56 kilómetros que separan a la ciudad de las golondrinas de la meta final en el majestuoso estadio nacional olímpico Mateo Flores, en donde culminará hoy “el máximo evento deportivo del año ”, en lo que resulta ser nuestra propia versión del final del Tour de France en el Parc Au Princes de París.  Es segunda ocasión en esta Vuelta que se disputará la meta en el coloso de concreto, pero, en este caso, dadas las mínimas diferencias de tiempo entre los dos punteros, el duelo es “a muerte”, ya que el resultado será final y definitivo, no apto para cardíacos.

    En esta edición la Vuelta se dividió en 16 etapas, con un recorrido de 1,507 Kms, distribuidos a lo largo de 18 días - del 26 de julio al 11 de agosto - con dos días de descanso, uno en la capital, el 31 de julio, y otro el 6 de agosto, en San Pedro Sacatepéquez, San Marcos. La planificación y organización del evento recayeron en Humberto Salazar Damas y la ejecución en Reginaldo Enríquez, con el irrestricto apoyo, experiencia y entusiasmo del Dr. David Guerra Guzmán, José “Suso” Luchtan, Manuel Marroquín Ortega, Carlos Larrañaga Gomar, Juan Luis Siliézar, José “Pepe” Casés, y tantos otros incondicionales aficionados al deporte del pedal, que hoy escapan a la memoria y que colaboran apasionada y desinteresadamente.

    Participan 8 equipos, 2 extranjeros: México y Costa Rica, y 6 nacionales: El Imparcial Kern’s, Policía Nacional, Quetzaltenango, Escuintla, San Antonio Suchitepéquez y Palo Gordo. México se presenta con su cuarteta de lujo, patrocinada por el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana (INJM), y Costa Rica con su Selección Nacional. En el ámbito nacional el Imparcial Kern’s inscribió tres cuartetas (A, B y C); el Policía Nacional dos (Policía Nacional-Flash y Policía Nacional); y los demás una cuarteta por equipo.

    El Imparcial Kern’s, fundado este año por dos reconocidos entusiastas aficionados y benefactores del ciclismo guatemalteco, don Ramón Blanco, del diario El Imparcial , y don José María Portabela, de Alimentos Kern’s de Guatemala, S.A., bajo la dirección técnica de Blas Quaglieri, cuenta entre sus filas con pedalistas de reconocida trayectoria nacional e internacional, en su mayoría del desaparecido equipo Gallo, patrocinado por la Cervecería Centroamericana, S.A, con excepción de Eulalio Mejía y los hermanos Pontaza, quienes vienen del Teresa de Ávila, equipo sufragado por el Presbítero Julio González Célis, de la Parroquia de la zona 6, y del que cabe mencionar que ha impulsado también el inicio de otros destacados ciclistas, dentro de ellos Carlos Raúl Célis, Manuel Enrique Arana, Víctor Canel España, Julio De León, Santana Arévalo, Leopoldo Marroquín, Juan Alberto “El Diablo” Samayoa y Jaime Duarte.

    ARRANCA LA VUELTA - DEL NORORIENTE A LA CAPITAL

    La vuelta se inició en Puerto Barrios, en un circuito de 50 Kms; 44 pedalistas tomaron el banderazo de salida.  Juan José Pontaza – Pontacita - haciendo gala de sus cualidades de velocista y rematador detuvo los cronómetros en 1h, 20m, 20s, superando en disputado sprint a su compañero de equipo y bicampeón Nacional Carlos Raúl Célis Hecht, convirtiéndose así en el primer líder de esta Vuelta, y sirviéndole también para sacarse la espina del recientemente celebrado campeonato nacional, en la doble Tecpán-Guatemala, en la que fue Célis quien venció en el embalaje.

    Al día siguiente despertó la poderosa cuarteta mexicana, en la 2ª etapa, de Puerto Barrios a Zacapa los aztecas hicieron en la meta el 1-2-3.  Encabezados en esta ocasión por Filiberto Mercado, llevaron con este resultado al primer lugar al equipo y a Sabas al liderato individual.

    Pero la satisfacción mexicana fue efímera, los nacionales Pontaza y Aquino, “el héroe de Jalapa”, reaccionaron al día siguiente, cumpliendo una jornada histórica en el trayecto Zacapa-Sanarate-Jalapa, trecho de difícil clima, topografía y recorrido.


    Pontacita y Aquino se fugaron tempranamente del pelotón, siendo en esta oportunidad Luis Cuéllar el único charro que intentó responder al ataque, sorprendiendo al mismo Sabas, quien había ganado esta largada el año anterior.   Pontaza ganó la etapa en forma indiscutible, apoderándose de nuevo del liderato al lograr ese día una ventaja de 5 minutos sobre Joel Aquino, su más cercano perseguidor.  Cuellar logró posicionarse en el 2º lugar de la general, mientras que Sabas cayó al 10º.  El conjunto mexicano conservó el liderato por equipos, seguido a 2 minutos del Imparcial Kern´s “A”.

    Carlos Raúl Celis Hecht[1], portando por segundo año consecutivo el maillot azul y blanco, distintivodel Campeón Nacional, se impuso en la cuarta etapa, circuito “Manuel María Ávila Ayala”, 50 Kms disputados sobre las calles de la cabecera departamental de Jalapa. Celis remató espectacularmente a 400 metros de la meta, saliendo del pelotón integrado por Juan José y Ricardo Pontaza, Sabas Cervantes, Víctor Manuel Solórzano, Manuel E. Arana, Luis Cuéllar, Joel Aquino, Eulalio Mejía, José Rolando Colop y el tico Isidro Sánchez, recorrido para el que cronometró 1h 18m y 7s.

    El ciclismo nacional continuó cubriéndose de gloria en la quinta etapa, en el agotador e intenso recorrido de 180 Kms[1] entre Jalapa-Jutiapa-Guatemala, y en la que otra vez el poderoso dúo Pontaza-Aquino realizó una fenomenal labor, logrando sacudirse a casi todos los competidores, excepto a Sabas, quien incluso se adjudicó el premio de montaña en La Conora, pero pasó 2º en el premio de Canchón,
    detrás de Pontaza. Los tres fugados llegaron juntos a la capital y Pontacita, en uno de los más emotivos finales de etapa, ingresó escapado en primer lugar al estadio, obteniendo así, en esta vuelta, su tercera victoria; detrás llegó Joel Aquino, dejando a Sabas en tercer puesto, quien entró al estadio cuando ya el ganador cruzaba la meta.  Joel Aquino logró subir al segundo lugar de la general con el tiempo obtenido en esta etapa.

    Durante una entrevista vespertina en el hotel capitalino en el que fueron concentrados, mientras mostraba orgulloso el Suéter Quetzal a don Celso Álvarez Rosales[2], Juan José Pontaza comentó que consideraba uno de sus mejores premios la estruendosa ovación que, de pie, le fue brindada por la delirante afición al ingresar ese día triunfalmente en solitario al Mateo Flores.


    Pero aún quedaba mucho trecho por recorrer, los pedalistas mexicanos no desmayaban ni daban tregua a los nacionales, ejecutando una estrategia de ofensivas combinadas, lanzando al ataque, por turnos, a cada uno de sus corredores.

    El jueves 1º. de agosto, un día después del primer día de descanso, se corrió la sexta etapa, el Circuito Jorge Surqué Canel, un recorrido de 75 Kms en la Ciudad de Guatemala nombrado en honor al desaparecido pedalista guatemalteco ganador de la I Vuelta. Constó de 6 vueltas, saliendo del Puente Pamplona sobre el Boulevard Liberación hacia el obelisco, rodeándolo hacia la Avenida Reforma, siguiendo por la 10ª avenida, pasando frente al Liceo Guatemala hacia el estadio Mateo Flores, retornando bajo el Puente Olímpico hacia la Reforma a la Calle Montúfar, hasta alcanzar nuevamente el punto de partida.  La etapa marcó el turno de ataque al mexicano Filiberto Mercado, conquistando con ésta su segunda victoria.  En 2º lugar ingresó Manuel Enrique Arana y 3º el mexicano Luis Cuellar, quien así logró recuperar el segundo lugar de la general.

    DE LA CAPITAL AL NOROCCIDENTE

    En la etapa siguiente[1], Guatemala a Sololá, realizada sobre un recorrido de 125 Kms, en terreno escarpado y azaroso, de muchas curvas en gancho, en especial en su parte final, en el empinado y estrecho ascenso de Panajachel a Sololá, los aztecas atacaron desde el banderazo de salida y lograron fragmentar el pelotón a lo largo de la ruta, forzando a Pontaza a salir a defender su liderato.  Pontaza logró superar a Sabas en el premio de montaña en Patzún, pero Sabas se turnó en relevos con su compadre y compatriota Melesio Soto, haciendo el 1-2 en la meta en Sololá.  Pontacita logró hacer el 3er lugar al vencer en el sprint a Luis Cuellar, rompiendo la hegemonía azteca de la etapa y manteniendo el suéter; posteriormente entró Joel Aquino en la 5ª posición, logrando con este tiempo mantener el 3º en la general, delante de Filiberto Mercado, 6º en cruzar la meta y último de los mexicanos en llegar ese día.

    La 8ª. etapa, Sololá-Quetzaltenango[2], por la mala condición de la ruta y sus empinados y prolongados ascensos ha definido el liderato en vueltas anteriores.  Jorge Surqué Canel (La Pulga Mixqueña) en la I Vuelta, Hernán Medina de Colombia en la II, Aureliano Cuque López en la III, Jorge Luque de Colombia en la IV, nuevamente Aureliano Cuque López en la V y Esteban Martín de España en la VI Vuelta aseguraron el liderato en esta etapa.

    En esta ocasión Sabas, demostrando su indiscutible calidad de escalador, se escapó y empezó a
    descontar ventaja, corriendo una excepcional jornada en la que únicamente Luis Enrique Pineda, destacado trepador del Policía Nacional, le soportó el paso impuesto en el ascenso de la “María Tecún” y las “60 vueltas”, arribando a la Ciudad Altense con 4 minutos de ventaja sobre Pontaza, quien llegó en 3er lugar, logrando aún conservar el liderato.  El Imparcial Kern’s subió al primer lugar por equipos al superar los escarabajos nacionales a los corredores mexicanos frente al meteórico ritmo de ascenso impuesto por su compatriota.  Comentaron algunos miembros de la caravana que Sabas imprimía a los pedales tal fuerza al escalar que podía observarse el polvo y piedras saltar al paso de la llanta trasera de su bicicleta, en forma similar a como lo hace un potente tractor al abrir brecha.

    Los resultados de las tres etapas siguientes, Circuito Benito Chaj Gómez en Quetzaltenango (Filiberto Mercado-Mex); el mismo día por la tarde Quetzaltenango San Pedro Sacatepéquez, San Marcos (Melesio Soto-Mex); y al día siguiente el circuito en San Pedro Sacatepéquez, (Carlos H. López-Gua) a pesar de ser complicadas por lo pésimo de la ruta, no provocaron cambios en la clasificación general.

    DEL NOROCCIDENTE HACIA LA COSTA SUR

    Sorpresivamente en la 12ª etapa, bajando de San Pedro Sacatepéquez hacia Retalhuleu, Sabas volvió a sorprender a los nacionales y logró en un impresionante descenso nuevamente capturar el suéter líder en forma espectacular, obteniendo en la largada 6 minutos de ventaja sobre Pontacita.

    A partir de las siguientes etapas, bajo el intenso calor de las sofocantes y reverberantes planicies de la costa sur se libró una lucha sin cuartel entre Cervantes y Pontaza por el descuento de los “segundos”.  Aunque por escaso margen, Pontacita superó a Sabas en todas ellas, primero en el Circuito en Retalhuleu “Sergio Ramón Álvarez Jaramillo” (Joel Aquino-Gua), que se corrió por primera vez en esta vuelta, y luego en la etapa de Retalhuleu-Champerico-Mazatenango (Joel Aquino-Gua), acercándose así nuevamente a la posesión del Suéter Quetzal.

    Pero igualmente los resultados de las últimas dos etapas cambiaron la situación en la clasificación general; Joel Aquino, además de ser el segundo guatemalteco mejor clasificado se convirtió también en un posible aspirante al liderato, por lo que Blas Quaglieri le liberó de su condición de doméstico, autorizándole para salir a buscar la victoria por su cuenta, dejando el triunfo en las piernas del mejor hombre.

    En la etapa de ayer, de Mazatenango a Escuintla, Joel y un pequeño grupo de corredores se escaparon tempranamente, manteniendo por algún tiempo una considerable ventaja sobre sus perseguidores, pero finalmente sucumbieron y quedaron “fundidos” sobre la ruta, rindiendo tributo a la frenética persecución desencadenada por el pelotón de persecución, que les alcanzó cerca de Cocales, llegando a Escuintla un grupo puntero raleado, y en el que Pontacita se impuso a Cervantes sobre la meta en un épico e interminable sprint de casi 5 cuadras en subida, rebajándose la diferencia entre ambos a sólo 8 segundos.  Desafortunadamente Carlos Raúl Celis no logró en Escuintla hacer el 1-2 con Pontaza, ya que, de haber ocurrido así, hubiera quitado la bonificación a Sabas, y éste perdido el liderato.  El Campeón Nacional, a pesar del esfuerzo realizado y de sus innatas condiciones de rematador, debió ayer conformarse con el 3er. lugar.

    HACIA LA META FINAL EN LA CIUDAD DE GUATEMALA

    Hoy, de cara a la última etapa, se termina de escribir la historia de esta Vuelta. “La Voz de la Vuelta”, Marco Antonio Rodríguez (MACORD) y Sergio Ramón Álvarez Jaramillo[1], entusiastas y dedicados profesionales, aficionados al ciclismo en cuerpo, alma y corazón, pioneros de las transmisiones de las vueltas a Guatemala y fervientes creyentes del lema, de su propia inspiración, “paso a paso y pedalazo a pedalazo” -acuñado por MACORD desde los más recónditos, pintorescos y aislados parajes del país, al calor, emoción e intensidad de los múltiples recorridos realizados en estas lides- se encuentran ya preparados, suministrando información desde las unidades móviles de TGW, con los motores en marcha y posicionadas delante de la meta de salida, prestas al inicio del evento, mostrando sus distintivas y elevadas antenas de radio comunicación, confundiéndose el mensaje que resuena en sus altavoces con el que se oye en los radios de transistores que, enfundados en los tradicionales cobertores de cuero de la época, escuchan atentos los aficionados a lo largo y ancho del territorio nacional.


    En el parque central de Escuintla se escucha ya la fanfarria con los acordes marciales que acompañan a los actos protocolarios previos al inicio de la competencia.  El alcalde escuintleco realiza la tradicional dedicatoria de la última etapa a la ACD e, inmediatamente después de imponer el Suéter Quetzal a Cervantes, la agraciada madrina de deportes de la ciudad da el esperado banderazo de salida.  De los 347m de altitud de Escuintla los competidores, en esta corta etapa de 56 Kms, remontarán 1,150m de altura, al ascender a los 1,500m sobre el nivel del mar a que se encuentra la Ciudad de Guatemala.  La caravana se pone en movimiento, se afloja inmediatamente la ansiedad y las aprensiones al encauzarse la adrenalina al ímpetu de la fuerza muscular, y arranca la celebración del espectáculo del ciclismo en su máxima expresión.

    Desde la salida los aficionados festejan el evento a lo grande, aglomerándose en carreteras y poblados a ambos lados de la vía.  Contribuye su algarabía a la inconfundible melodía producida por la magnífica fiesta del pedal, resultado de la sinfonía producida por el caucho de los tubulares de las bicicletas que, acompasados, rozan rápidos sobre el asfalto, mientras el monótono y metálico siseo de los piñones contra las cadenas, al ser propulsadas por el pedaleo de los competidores, se unen al potente ronroneo de los motores de los vehículos que acompañan a la caravana, sumado al agudo y penetrante lamento de las sirenas de los motoristas de la policía nacional que abren la punta de la competencia, y de las ambulancias, unidades móviles y restantes motos y automóviles de los oficiales, funcionarios y comisarios que cierran el evento, junto a los mensajes en los altoparlantes que, al informar las posiciones de los pedalistas, piden cordura a los aficionados para evitar lamentables accidentes, sin dejar de proporcionar incansablemente las ventajas de los productos que mercadean.

    Agrupado en forma compacta el pelotón escala los primeros 17 Kms hacia Palín. Durante el ascenso, poco después de Medio Monte, al pasar frente al Quetzal tallado y pintado en piedra por la Dirección General de Caminos (DGC), Florencio “Lencho” Alvarado, del Policía Nacional, y ganador en dos oportunidades anteriores de esta etapa, inicia en solitario un fútil intento de escapada, que no prospera y es pronta y contundentemente sofocado antes de pasar por el ingreso a Jurún-Marinalá.

    En la meta volante de Palín el pelotón desfila en un sólido bloque multicolor, del que los cronistas desde las unidades móviles señalan que no se han permitido movimientos, con excepción de un ligero estirón en el remate del premio de montaña, encabezado por los corredores del equipo mexicano, debidamente custodiados por Juan José Pontaza, Joel Aquino, Luis E. Pineda, Carlos Raúl Celis, Ricardo Pontaza, Aureliano Cuque López y Manuel Enrique Arana.  Les acompañan un poco más atrás el resto de pedalistas, Carlos H. López, Carlos Rafael González, Carlos H. Ramírez, Jaime Duarte, José A. Bran, Leopoldo “Polo” Marroquín, Eulalio “Lalo” Mejía, Francisco Cuque Luna, Jorge Armas, Juan José y Armando Paniagua, los quezaltecos Diego González y José Rolando Colop, los escuintlecos Víctor Manuel “Chibolón” Solórzano, Porfirio Sandoval y Luciano Morales, - la golondrina solitaria - y, de Costa Rica, don Emilio Artavia y José Ángel e Isidro Sánchez.  Se mantiene así la posibilidad de definir la vuelta en la meta de llegada, Pontaza necesita ingresar entre los tres primeros lugares, y antes que Sabas.  La afición acompaña a los pedalistas en la ruta e infatigablemente les apoya, vitoreándoles y animándoles a lo largo del trayecto

    El pelotón se desplaza con rapidez sobre la cinta asfáltica, los poblados de Amatitlán y Villanueva pronto quedan atrás, los competidores se dirigen con ímpetu a la meta en el Mateo Flores.  Superando la cuesta de Villalobos la caravana hace su ingreso a la capital, en donde el público, agrupado por millares, celebra jubiloso y emocionado a sus héroes de la ruta.  El pelotón, al desarrollar los mejor clasificados mayor velocidad, empieza a desintegrarse sobre la Calzada Aguilar Batres, pasando por el Trébol un grupo puntero menos numeroso, en el que destacan algunos suéteres del Imparcial Kern’s, del Policía Nacional; los tres de México y el Suéter Quetzal.  La caravana enfila por el Boulevard Liberación, rodea el obelisco y se dirige por la Avenida Reforma hacia la meta en el Majestuoso Estadio Nacional Olímpico Mateo Flores, en donde ya finaliza un partido amistoso entre Municipal y Comunicaciones.


    Los punteros pasan veloces frente a la Escuela Politécnica, definiéndose la situación entre el Liceo Guatemala y el estadio.  El pelotón se alarga aún más ante el intenso y continuo ataque de los mejores velocistas y sprinters nacionales, encabezados por Juan José Pontaza que, a pesar de la estrecha vigilancia que recibe de los cuatro mexicanos logra desprenderse del pelotón al pasar frente a Cidea, llevando ya bajo el Puente Olímpico una pequeña ventaja; le siguen Carlos Raúl Celis y Melesio Soto, ingresando en ese orden a la pista por la puerta del estadio, lleno hasta su última butaca, y que, al verlos aparecer, prorrumpe al unísono en una intensa y sonora exclamación de júbilo.

    Los 38 segundos que transcurren desde que ingresan al estadio hasta que alcanzan la meta son acompañados del continuo y ensordecedor clamor del público.  A pesar de que en la curva Melesio Soto, ante una ligera pérdida de equilibrio de Pontacita sobre la tierra de la pista logra rebasarlo, y agenciarse el primer lugar de la etapa, esto ya no cambia la nueva clasificación general; le siguen inmediatamente Pontacita y pegado a su rueda Carlos Raúl Celis, que de esta forma aseguran superar la diferencia con Cervantes, obteniendo entre los dos los 30 segundos de bonificación que suman el segundo y tercer lugar.

    Cronometrando un tiempo de 1h 58m y 21s para la última etapa, el tiempo total del ahora nuevo líder, Juan José Pontaza, es de 45 horas y 3 segundos.  A 22 segundos queda Sabas Cervantes en el segundo lugar y, en el merecido tercer puesto Joel Aquino, el “Héroe de Jalapa”.  Sabas se impone como el indiscutible Rey de Montaña, con 61 puntos, seguido con 30 puntos por Luis Enrique Pineda del Policía Nacional Flash, el guatemalteco mejor clasificado en esta especialidad.  El Imparcial Kern’s “A” se consolida en el primer lugar por equipos con 135h 59m 5s.

    Así termina la historia de la VII Vuelta Ciclística a Guatemala, inscrita dentro de las páginas de oro de los libros del pedal y del deporte guatemalteco.  Clarines, laureles.





    [1] Según su propia definición, “originario de la Capital del Mundo, Retalhuleu”.


    [1] Las siguientes etapas, de Guatemala hasta San Pedro Sacatepéquez, San Marcos, se realizaron sobre el que hoy conocemos como “el camino viejo” de la capital de Guatemala hacia el noroccidente, pasando por poblaciones hoy alejadas de la ruta interamericana, como Sumpango, Patzún, Patzicia y Godínez, y tramos carreteros ya en desuso, como las “60 vueltas” y la cuesta de la “María Tecún”, famosas por su escarpado y difícil ascenso, sumado lo anterior al mal estado de la carretera desde Sololá, pero especialmente entre Quetzaltenango y San Marcos.

    [2] El asfalto termina en Los Encuentros, a unos 20 Kms. después de Sololá.  Los ciclistas vuelven a competir nuevamente en pavimento a la conclusión de la 12ª etapa, San Marcos-Quetzaltenango-Retalhuleu, con excepción de algunos tramos del circuito Benito Chaj Gómez en Quetzaltenango.  Esta última etapa fue ganada en dos oportunidades anteriores por Manuel Enrique Arana.


    [1] 130 Kms de tierra y piedras sueltas de Jalapa a Barberena y 50 Kms de asfalto en el último tramo de Barberena a la capital.

    [2] Reconocido periodista, escritor y reportero guatemalteco, cubrió muchas veces la vuelta a Guatemala.  Cuenta entre los múltiples títulos de sus obras “Gloria y Drama de nuestro Ciclismo”, “Las 41 vueltas y algo más” y “Vivencias de un cronista deportivo”.




    [1] Última etapa ganada por este joven y prometedor pedalista, quien falleció prematura y repentinamente el 10 de septiembre de 1963, a menos de un mes de haber terminado la VII Vuelta, y recién habiendo regresado de participar en los Juegos Panamericanos celebrados en Kingston, Jamaica.  Dos veces Campeón Nacional y triunfador en múltiples eventos nacionales e internacionales, fue elemento clave en las últimas etapas, descontando segundos a Sabás, colocándose entre Pontacita y los mexicanos.


    jueves, octubre 15, 2020

    JULIÁN DÉJAME SALIR

     

    V.J.M.J. Guatemala 19 de septiembre de 2006.

    JULIÁN DÉJAME SALIR


    “Pero Julián, Julián déjame salir, no seas malo Julián, no seas malo mi Juliancito...”

    (Continúan estrofas relacionadas con las preferencias sexuales y la familia cercana a don Julián)

    (Música de la canción “Pero Raquel” de Leo Dan) - Himno Oficial de 4º Curso C.

                            

    Las vacaciones de 3er. Curso terminaron demasiado rápido, tal vez por lo mucho que las disfruté.  Como en años anteriores, el regreso al colegio y al frío capitalino del mes de enero servían para avivar mis más gratos recuerdos de los recién pasados momentos en la cálida Escuintla, melancolía aguijoneada por las memorias de la candente arena de sus playas, refrescantes palmeras, exótica vegetación y abundancia de frutas, piscinas,  juguetonas golondrinas e intensas jornadas de ciclismo, premiadas por agraciadas madrinas de deportes, y una que otra candidata a reina patronal, además de otras entretenciones que no viene al caso mencionar, y que ya ahora quedaban tristemente atrás.

    Nuestro año escolar en 1965 inició algunos días más tarde a lo usual, mientras se daba el tiempo a que la empresa constructora preparara apresuradamente las nuevas instalaciones de secundaria, ubicadas en el área en que antes era la primaria, aulas que ocuparíamos durante los próximos dos años.  Fui asignado a 4º. Curso C, localizado en el 2º piso, en el módulo que colindaba con la calle Mariscal Cruz, la última aula hacia el oriente.

    Después de los respectivos saludos y obligado cambio de impresiones nos aglomeramos a buscar nuestros nombres y los de los compañeros del grupo en la lista colocada en la ventana del aula.  En esta sección nos encontramos, entre otros: Roberto Alpírez, Tono Castellanos, Quico Castillo, los Carlos: De La Torre, Esmenjaud(+), Luna(+) y Ramos(+),  los Pepes: Enríquez(+), Gándara y Muñoz (joven José), Chajalay Fanjul, los Gustavos: Figueroa y Meoño, los Alejandros Girón y Palma, Checha Guillén, Mito Gómez (+), Rafael Lizama, Jorge Nadalini, Enrique Poitevin, Eddy Polanco, Sapo Quiñónez, Pablo Ricica(+), Mario Rodas (+), Mirko Samayoa (+), Oscar Segovia, Mamerto Sierra (+), Guayo Tschen, Chus Unda, Roberto Villanueva, el que escribe y, como profesor de grado, el Reverendo Hermano Julián Sola.

    Habíamos coincidido en años anteriores con Gustavo Meoño en la misma sección, por lo que este año pronto hicimos mancuerna, dedicándonos desde el primer día a estudiar la metodología de don Julián para emplearla a nuestro favor.  Pudimos observar que una de sus regulaciones más sobresalientes y útil para nuestros objetivos era que, cuando llegábamos sin el uniforme, o con alguna alteración al mismo, invariablemente nos enviaba a casa a cambiarnos y ¡Oh sorpresa! ¡No nos esperaba de regreso, sino hasta el día siguiente! y, más bien ¡Agradecía efusivamente nuestra ausencia!

    Empezamos a aprovecharnos de esta singular norma poco después del inicio del año escolar.  Llegábamos por las tardes a propósito sin uniforme, sabiendo que nuestro distinguido mentor, al vernos cruzar la puerta del aula, se aferraría angustiosamente a su rosario, juntaría las manos sobre el abultado vientre y, viendo alternativamente al suelo y cielo, movería la cabeza de un lado al otro, mientras nos endilgaba su singular sermón del que, por su inconfundible seseo castellano y profusa salivación debíamos estar atentos y ligeramente alejados para evitar quedar empapados por la mayúscula rociada de sus dispersos fluidos bucales.

    La reprimenda empezaba mesuradamente con “…muchachos del arroyo, masturbadores continuos, clientes asiduos de burdeles, candidatos al averno, pero poco después pasaba a despotricar atropelladamente por 5 o 10 minutos sobre la mala conducta, irresponsabilidad, falta de seriedad, ausencia de respeto, disciplina, esmero y demás razones por las que la mayoría de los “muchachos iríamos a parar de patas al infierno”, o algo mucho peor…, concluyendo su larga alocución con el premio de enviarnos a “cambiar” de vuelta a casa – aleluya - por fin el cielo abierto; salíamos a la calle y regresábamos hasta el día siguiente como si nada.

    Tomábamos la tarde libre cuando no había algo más interesante que hacer en el colegio, como: 1) asistencia a juego de básquet al gimnasio; 2) apoyo a la kermés u otras actividades que tuvieran relación con colegios de mujeres, así fuera el coro (casi dirigido por la pulga) y; 3) proximidad de exámenes trimestrales, semestrales o notas quincenales.  Satisfechos esos criterios, el plan era presentarnos por las tardes sin uniforme y lograr ser echados ignominiosamente a la calle.

    Asistíamos a las clases de la mañana uniformados a cabalidad, pues era obligada la presencia en las clases de Física de don Lauro, Literatura de Chico Pancho y Ciencias Naturales, Matemáticas y Religión con nuestro ilustre titular, pero ya enviciados e incapaces de dominar la compulsión por salir del colegio, antes de finalizar la mañana nos escapábamos al iniciar el período del rosario, bajo el pretexto de salir a comulgar; así podíamos llegar a tiempo a la salida del Sagrado Corazón, el Liceo Francés, el Europeo o el Belga.

    En el Sagrado habitualmente llegaban Carlos Luna (+), Pancho Sierra (+), la Gata Palacios (+) y Paco Ramírez (+ promo 65), con obligadas inspecciones eventuales realizadas por Piolín De La Torre y Miguel A. González y Mazariegos, quienes sobrecargaban sus vehículos con un fuerte contingente de compañeros.  Cuando llegábamos muy temprano “hacíamos tiempo” en la “Tienda, Cafetería y Librería Las Ninfas”, estratégicamente ubicada frente a la puerta de salida, y propiedad de la mamá de los Cosenza, por lo que nos sentíamos allí un poco en territorio liceísta.

    En el Francés no contábamos con un reducto propio, pero lo compensaba estar en las cercanías el Europeo y el

    Inglés.  Al llegar nos parábamos en un punto estratégico sobre la 4ª avenida y 10a calle, a un costado de la Contraloría, y cuando salían las colegialas, mezclando los estilos de West Side Story y Marlboro, sacábamos, con el aplomo propio del famoso vaquero del anuncio, un par de cigarros Plaza, o más baratos, de una vieja y arrugada cajetilla de marca americana  y, en pose retadora, apoyábamos la espalda, flexionábamos la pierna y recostábamos el pie a la pared más próxima, estampando en ella la gastada suela de nuestro zapato.  Exhalábamos múltiples volutas de humo con fingido deleite frente a los transeúntes más cercanos, en su mayoría las alumnas de los colegios circundantes, a las que creíamos impresionar con nuestra “incuestionable” fachada de virilidad y experiencia.  Y lo más extraño al recordar es que, con algunas chicas, aparentemente hasta lo lográbamos.

    Pero por las tardes era diferente.  Creíamos erróneamente que podíamos darnos el lujo de no asistir a algunas de esas clases que considerábamos de menor trascendencia - Inglés, Sociología, Estadística y Educación Física -  Para nuestra mala suerte, en más de una ocasión nos encontramos en nuestras andanzas callejeras con Mr. Jesse Lukens, quien también parecía capearse del trabajo, y que, con su típico acento norteamericano, nos reprendía y amenazaba con que, además de “sumerrgirrnos en la ignorrrancia, íbamos a perrderr su clase”, conjuro que afortunadamente no se cumplió.

    No pasó mucho tiempo para que intuyésemos que Gustavo no le era especialmente simpático a don Julián, a lo que quizá se debió la beca “para el trabajo de campo” con que nos favoreció para el resto del año, sospecha que confirmamos en aquella ocasión en que, después de su trillado sermón, cayó de rodillas en medio del salón, elevó el rostro y los brazos al cielo y, rogando inspiración Divina, clamó a El Señor que le dijera que era lo que estaba pagando para merecer tener en su clase a personajes como los que debía mandar cada tarde de vuelta a su casa, que le iluminara para decidir nuestra suerte.  Por un instante no supimos que hacer, momentáneamente confundidos, quizás temiendo que se abriera el cielo y nos fulminaran rayos y resplandores celestiales; o que El Creador, el Director, la chismosa o alguien contestara sus plegarias, pero, después de unos instantes de profundo silencio y estupor colectivo, en que obviamente nada pasó, nos avivamos y velozmente desaparecimos de tan impresionante y comprometedora escena.

     Para transportarnos utilizábamos el jalón.  Si íbamos hacia el centro nos parábamos en las inmediaciones de la casa de Segovia o si por el contrario en dirección al obelisco, frente a la iglesia de Yurrita o al cine Reforma.  La mayoría de las veces compartíamos la calle o el jalón con compañeros en las mismas andanzas – Sapo Castro, Jeringa Contenti, Chobe Estrada, Checha Guillén, Pepe Gándara y otros que tampoco tenían carro - y los que tenían y también pasaban “a buscar el uniforme”, como Pichi, quien se mantenía en la calle buscando de todo, y nos daba jalón muy seguido.  No éramos los únicos que aprovechábamos esta situación, pero estoy casi seguro que ese año fuimos sus más consecuentes, entusiastas y perseverantes adeptos.

    A menos que existiera una atractiva actividad predeterminada, decidíamos a donde ir dependiendo de la facilidad de obtener el aventón, en su mayoría en dirección al centro.  Así, totalmente al azar, resolvíamos pasar las tardes en la Rosita, Pintoresca o futillos de los Gloria, o tomábamos en dirección opuesta, en busca de la gavilla que poblaba la entonces señorial 6ª avenida y sus múltiples centros de entretención.  Deambulábamos incansablemente por las calles hasta que el sol se ocultaba, y algunas pocas veces lo reencontrábamos al amanecer, al regresar de una agotadora excursión por zonas más alejadas y riesgosas.


    Exploramos los billares, lupanares, cines, clubes, restaurantes y cafeterías que el tiempo y los recursos nos permitieron.  Las galerías del Lux y el Capitol, los restaurantes Hawai (frente al cine Paris, bajo la radio Nuevo Mundo), Fu Lu Sho, y Cantón, los billares Jardines de Italia, las Mixtas Frankfurt, las cafeterías Lutecia, Palace, Jensen y París, o el rótulo luminoso empotrado bajo la acera, en la esquina de la Farmacia Pasteur.  Todos estos lugares eran puntos de reunión de sujetos tan perturbados como nosotros: Boris Labbé, Pitín Barillas, Marcial Méndez, Mario Asturias, Allan Rubio, José Azzari, y a veces hasta Mario David García, que por esos años trabajaba en la 9-80 o la Sensación, en los altos del cine Paris.

    La alta circulación de guapas chicas de todas las tallas y colores, provenientes de los centros escolares del más diverso origen económico, académico y social, con representación de los niveles de interés y liberalidad más heterogéneos -desde candidatas a novicias y modosas y recatadas colegialas, hasta algunas más avezadas que nosotros, y que ve tú a saber si aún eran, o algún día fueron, estudiantes-  lo que hacía de la Cafetería del IGA nuestro centro preferido de operaciones; localizada en esa época en la esquina de la 8ª avenida y 9ª calle, en el edificio del antiguo Gran Hotel San Carlos, y que por esas fechas únicamente impartía cursos libres de inglés.

    Por las anteriores y otras razones el lugar atraía a una “colección de intelectuales” liceístas de similar perfil al nuestro; dentro de ellos Pepe Gándara y Checha Guillén, acompañándose éste último alguna vez por sus primos, personajes que poco tiempo después harían historia, de esa que se estudia en los libros y se ve en las películas (y que en su oportunidad ocupó las portadas de los principales periódicos del país), como la que estudiamos con don Willy Santizo y que tanto disfrutaron Baldizón, Casellas y otros muchos. Luis Linares vengó parcial e inintencionadamente los malos ratos pasados con dicho profesor al preguntar autoritariamente al enmascarado mentor en la celebración del 35 Aniversario “¿Y vos pisado, quien sos?  También eran asiduos al IGA Chema Teixidor, Erick Mansylla, Carlos Luna(+), Chobe Estrada, Erwin Schmid (y sus hermanas), César Castillo(+), los Enríquez, el Chino Penagos(+), Richard Langlois(+), Stuart Black(+) y los cuaches Ellis (que ninguno de estos últimos cuatro iba por aprender inglés), el Sapo Castro, Eduardo Sierra, los inseparables primos Manolo Rodríguez y Quico Bernat, y hasta el Hermano Juan Mariano, junto a otros que hoy el alemán esconde a mi memoria.  Está claro que algunos de ellos iban a estudiar y hoy hablan mejor inglés que los gringos.

    La variedad de uniformes de los colegios de señoritas -católicos, seglares, privados y públicos- que poblaban el lugar a la hora de mayor afluencia semejaba un alegre desfile, y nosotros, muy atentos a ver qué o quién entraba y salía, ocupábamos expectantes una mesa del pequeño café e, igual que sucede a los pescadores, algunos días teníamos suerte y otros no.  No sé si era por la estatura, el colorcito, el párrafo, mi desodorante o simple sugestión, pero en algunas ocasiones mi compañero parecía tener redes con más suerte que las mías.  Lo bueno era que eso eventualmente producía efecto de rebalse, a veces de buenos productos, con las que nos ocupábamos hasta las 9 o 10pm, lo que entorpecía el desarrollo de las tareas escolares, pero bueno, pensábamos que ya habría tiempo después para esas pequeñeces.  Si ese día la suerte no nos acompañaba, y contábamos con algún dinero, podríamos entretenernos en algunos otros lugares de las zonas 3, 5 u 8, en establecimientos y personal que varios de ustedes conocen y en los que algunas veces nos sorprendió el amanecer, ya sin el poco dinero que antes teníamos, regresando a pie, agotados cual gatos callejeros, de vuelta a la 6ª, a desayunar por 5 centavos cada uno todo lo que pudiéramos comer en Pollo Caporal, y de allí al Portal del Comercio a tomar la 2 para ir colegio, porque al final éramos responsables y en las mañanas nunca faltábamos.  Después dormiríamos.

    Ya relativamente cerca del fin del año escolar, una indolente tarde de finales de agosto, de aquellas de lenta y profunda meditación y análisis, en la que dejábamos al tiempo deslizarse perezoso sin dirección definida, divagando

    sobre lo que nos deparaba el destino mientras conversábamos indolentemente en una de las mesas que la Cafetería París colocaba sobre la acera, al tiempo que consumíamos a medias lo más barato que ofrecía el menú, al ritmo más lento que nos lo permitía el cafetín, cuando repentinamente nos sorprendió y sacó de nuestro sopor la aparición del vehículo que excedía nuestras más fabulosas fantasías, un imponente convertible azul oscuro modelo ‘66 que se desplazaba ostentoso sobre la 6ª avenida, soltando el rugido de su pujante motor en apagada, uniforme y potente cadencia, como rogando al conductor que le liberáse la brida a los impacientes 350 caballos de fuerza contenidos bajo el capó, los que apenas parecía lograr refrenar dentro de sus magníficas 400 pulgadas cúbicas, generosamente alimentadas por un carburador de 4 entradas.  La burbuja moldeada en su capó, las estilizadas luces de los stops y los dos cromados tubos de escape que asomaban bajo la defensa trasera complementaban magistralmente su imponente, majestuosa y elegante silueta.

    La capota baja nos permitió distinguir en la blanca e impecable tapicería de su interior varias chumpas del Liceo.  Reconocimos en el asiento trasero a Pichi, Oscar Segovia, Quique Arenas y Gorilón; adelante, al timón Mirko y a su lado el Gordo Close, mostrando su más amplia sonrisa, intensamente realzada por sus originales frenos dentales.  Así vislumbramos por vez primera el Pontiac GTO de Mirko, al que nunca nos subimos y siempre vimos de lejos, pero su imagen se encuentra en un lugar privilegiado de nuestra memoria; el recuerdo imperecedero e imborrable de un verdadero clásico, como estamos llegando a serlo nosotros (o es al menos lo que quisiéramos ser y oír cuando nos dicen viejos).

    Sería injusto y dejaría incompleta la memoria histórica de la promoción si no mencionamos nuestro otro vehículo insignia, el icónico Ford Mustang ‘66 anaranjado con que al año siguiente Tiro Loco premió a los cuaches (y que decía el Narizón Enríquez que tenían que invitar a Chema para que al menos los voltearan a ver) y que tuvieron después del Volkswagen escarabajo que parecía que casi solo Milton usaba, y que sustituyó las motos roja y azul; el Fiat Fiorino deportivo último modelo que destartaló Mario Gálvez(+) en la bajada de la Sonora, acompañado de Sergio Cuevas y dos amigas, y el que desconectó aparentemente para ahorrar combustible, con lo que casi lograron pasar él y sus acompañantes a mejor vida y, para que se recuperara del susto, recibió de premio un Opel Kadet, beige que compartió con su hermano Byron hasta que nos graduamos; -el VW escarabajo, el Chevrolet Corvair y el Triumph TR4- todos de Carlos Godoy(+); y, finalmente, el no menos famoso Taunus celeste con capota blanca de su Ilustrísima, el benemérito e ilustre Conde Don José Miguel Ángel De González Y Mazariegos.

    Tampoco pueden dejar de mencionarse los carros de los papás.  El también Taunus gris perla de la mamá de Pichi, que tanto usó aquel para darnos jalón, apoyar las actividades del colegio, y para uno que otro de sus fenomenales desmanes; el Galaxie celeste de la secreta que usaba el Gordo Barrera para cometer mayores desmanes que los de Pichi, y que hizo historia con las “chicas” de la 5ª Avenida, un poco más allá de la 16 calle, de la zona 1; el Rambler del papá del Chato Pellecer, que éste manejaba desde que estábamos en 5º grado; el Lincoln Continental del de Camp…ollo (se oye el coro …); el Austin del de Ricardo Colmenares; el Peugeot (peyó decía aquel) del de piolín De La Torre; el Acadian y después el Volkswagen del de Moronga De La Fuente; el Mercedes del de Eduardo Tschen; el Chevy Nova del de Jan Stanislao (que nos diga el cubano color y modelo); el Tempest negro de la mamá de Ricica; el Taunus del de Mario Rodas (también que nos asesore el cubano); el Chevrolet 49 verde claro del de Checha Guillén, en el que una madrugada de septiembre de 1966 resolvimos apuradamente el papelito de Arte Guatemalteco; el Chevrolet azul Bel Air 55 en que llevaban a Luis Díez  y, en fin, tantos y tantos otros, cada uno con sus propias historias y anécdotas.

    Pero no todo en nuestra vida era juerga y relajo, es también reconfortante recordar las enseñanzas religiosas y académicas, de normas y principios morales sobre honestidad, integridad y urbanidad, junto con la aplicación de la disciplina y espiritualidad cristiana y formación ciudadana que trataban de inculcarnos.  La cultura cívica se iniciaba temprano por las mañanas, formándonos en el patio central de la nueva secundaria, elevando al cielo el ofrecimiento y oración del día y, al menos una vez por semana, con el juramento a la bandera, actos hábilmente dirigidos por don Max en asamblea general, enfatizando la fidelidad al país y a su pendón nacional; culminando
    el ejercicio cívico con la por todos conocida y recordada frase “…del trabajo arduo y difícil que conduce a las cumbres”.

    Los martes por las noches don Max reunía en el antiguo Salón Guatemala a un buen grupo de alumnos de distintos grados, estimulándolos a utilizar su disposición natural a expresarse en público y transmitiéndoles técnicas y métodos de oratoria y temática.  Asistían con regularidad a estas reuniones Carlos Pinillos, Manolo Bendfeldt, Dagoberto Flores, Ángel Sánchez, Chito Leiva, Gustavo Meoño, César Guillén, Erick Mansylla, Luís Quiñónez, Luís Linares, Cubano Álvarez, los hermanos Lazo Abularach y Camellón Del Valle, sobresalientes oradores y potenciales dirigentes empresariales, sociales y políticos.

    Uno de los resultados más simpáticos, aunque de menor relevancia de esta actividad, al compararse a otros que sí tuvieron repercusión nacional, internacional e histórica, fue la arenga que entregó Meoño, elegido específicamente por don Max para dirigirnos un mensaje motivacional uno de los tantos días que juramos fidelidad a la bandera, la que empezó sacándonos de nuestro acostumbrado sopor matinal al lanzarnos inopinadamente la interjección “Hipócritas… (Pausa de 10 segundos y barre con mirada penetrante a la audiencia)…”, nuevamente “Hipócritas… (Nueva pausa de 10 segundos y mirada más profunda)…”, finalmente continuando con “Somos unos hipócritas al no….”.  Realmente nos despertó y alertó, a nosotros y a los Hermanos y profesores.

    Las reflexiones, consideraciones morales y uno que otro remordimiento nos alcanzaron hasta muchos años después, las experiencias de ese año las gozamos al más puro estilo de la “Casada Infiel” de García Lorca, “Aquel año corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos…”.  A los 15 años creíamos que el mundo era nuestro, especialmente las tardes y noches, en las que aprovechábamos desvergonzada e inescrupulosamente la coyuntura de que nuestro profesor nos permitía deambular sin rumbo por las tardes y la absoluta confianza con que los papás de Gustavo lo dejaban ir a “estudiar” a mi casa, sin conocer la excepcional situación de no contar allí con supervisión adulta.  El tiempo y oportunidades las aprovechamos lo mejor que supimos y pudimos, ajustando nuestros deseos a los, gracias a Dios, magros y escasos medios de que disponíamos.  Su escasez nos hizo aguzar el ingenio al límite, pero también evitó que cayésemos en desmanes mayores en los que, de otra forma, seguramente nos hubiésemos podido despeñar.

    Pero el año escolar estaba ya por terminar y empezamos a preocuparnos por los resultados que merecidamente creíamos íbamos a obtener en las clases de las que estuvimos ausentes; los conceptos perdidos, las tareas omitidas y las lecciones no aprendidas.  Había llegado la hora de pagar los elotes que con tanto placer y regocijo nos habíamos estado atragantando.  La venganza de don Julián, tantas veces por él a toda voz anunciada y por nosotros alegre y despreocupadamente desestimada, nos esperaba ahora, ansiosa y amenazante, a la vuelta de la esquina, se acababa para nosotros la juerga y el desenfreno… Al llegar el final del año no acabábamos de entender que infame motivo tuvo nuestro religioso tutor para atraparnos y deliberadamente empujarnos ese año al precipicio del pecado, en el que se nos permitió navegar impunemente en la barca de la perdición y el libertinaje, siendo que anteriormente éramos un par de inocentes, valiosos e incipientes jóvenes, con loables metas y altas y honestas ambiciones.  Al final, a alguien había que echarle las culpas de nuestros desvaríos, holganza e irresponsabilidad, y a quien mejor que al pobre y simple de don Julián.

    Pero en forma milagrosa e increíble, a pesar de la crasa deficiencia académica, exigua participación docente y deplorable conducta personal manifestada sin interrupción durante el año escolar, aun así, logramos pasar a 5º curso.  Pareciera que, para bien o para mal, para gloria o desdicha del Gran Champagnat, estábamos llamados por designio Divino a compartir al año siguiente, junto a todos y cada uno de nuestros queridos compañeros, la singular suerte que el destino preparaba para los aguerridos integrantes de la Promoción Conecte.  La Incomparable, La Única, la Sin Par, la Gloriosa Promoción 66 del Liceo Guatemala (LGP66LG).

    Br. Julio César Prado Sánchez - Promoción 1966 - Liceo Guatemala.



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